Combustión espontánea humana
Se utiliza el término combustión espontánea humana
para describir los casos de incineración de personas vivas sin una
fuente externa de ignición aparente. Aunque existen multitud de
hipótesis sobre la combustión espontánea, la posición mayoritaria es de
escepticismo sobre la propia existencia del fenómeno. Los defensores de
la existencia de este fenómeno contabilizan alrededor de 200 casos desde
el siglo XVIII.
Sin embargo, en la mayoría de los casos apenas hubo una investigación
sobre las circunstancias que lo rodearon, y muchos de ellos se basan en
testimonios de segunda o tercera mano y se carece de datos tan básicos
como el nombre de la víctima o la fecha del incidente.
Los defensores de la existencia del fenómeno han discrepado durante
años sobre la posible causa del fenómeno, recientemente algunos han
propuesto como razón más probable de su ocurrencia el inicio de un fuego
no-espontáneo con efecto mecha.
Historia
Existen alrededor de 200 muertes que se han atribuido en algún momento, o se siguen atribuyendo al fenómeno de combustión humana espontánea. La mayoría, sin embargo, están escasamente documentados. Algunos de los más relevantes se describen a continuación.
Nicolle Millet
Aunque existen historias anteriores, el primer caso de muerte
atribuida a la combustión humana espontánea con fecha conocida ocurrió
en 1725. El caso fue recogido por el francés Jonas Dupont en el libro De Incendiis Corporis Humani Spontaneis
(Sobre el fuego espontáneo en el cuerpo humano). Dupont se inspiró en
el caso de un hombre que fue juzgado por el asesinato de su mujer. La
víctima, Nicolle Millet, había sido hallada quemada en una silla que
permaneció indemne. Durante el juicio, un joven cirujano llamado
Nicholas le Cat convenció al jurado de que la muerte de la mujer era un
caso de combustión humana espontánea. El acusado fue declarado inocente y
el jurado dictaminó que la mujer había muerto «por la visitación de
Dios». En Secrets of the Supernatural
Joe Nickell afirma que los restos de la señora Millet no fueron
encontrados en una silla sin quemar, sino que su cabeza, parte de la
columna vertebral y de las extremidades inferiores fueron encontrados
quemados en la cocina, donde el suelo se encontraba también quemado.
Nickell afima que el marido fue realmente condenado pero que la condena
fue revocada posteriormente. Nickell se basa en tres fuentes para su
reconstrucción del caso: Elements of Medical Jurisprudence (1835) de G. H. Lewes; Spontanteous Combustion de la Blackwood's Edinburgh Magazine, nº89; y Principals and Practice of Medical Jurisprudence (1883) de T. Stevenson.
Cornelia Zangari di Bandi, Condesa de Cesena
Este caso es famoso por haberlo citado el novelista Charles Dickens en el prefacio de su novela Bleak House.
La condesa, de 62 años de edad, murió en algún momento anterior a 1731.
La condesa había estado bien todo el día, pero durante la cena se
encontraba «embotada y con pesadez». La doncella la acompañó a su
habitación y, al día siguiente, al no levantarse a la hora habitual, fue
a despertarla y encontró los restos de la condesa. Según el relato, la
habitación se encontraba llena de hollín. El cuerpo de la condesa había
sido reducido a un montón de cenizas que se encontraba a poco más de un
metro de la cama, aunque sus piernas y parte de su cabeza se encontraban
relativamente intactas. La cama y el resto del mobiliario no habían
sido afectados por el fuego, pero estaban cubiertas por una capa
grasienta y maloliente. En el suelo se encontró una lámpara de aceite
cubierta de cenizas, pero sin aceite. La forma en la que se encontraron
las sábanas parecía indicar que la condesa se había levantado en algún
momento de la noche.
Mary Reeser
Este caso reavivó el interés popular por la combustión espontánea,
que había decaído a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX. Mary
Reeser era una viuda de 67 años con problemas de sobrepeso, residente en
St. Petersburg, Florida. La última vez que se la vio con vida fue el 1
de julio de 1951, cuando su hijo y su casera, Pansy Carpenter,
estuvieron con ella por la tarde. Ese día, a las 5 de la madrugada, la
señora Carpenter se despertó por un olor a quemado pero, pensando que se
trataba de una bomba de agua que se había recalentado, la apagó y
volvió a la cama. Por la mañana, recibió un telegrama dirigido a la
señora Reeser. Cuando fue a entregárselo, notó que el picaporte estaba
caliente, por lo que, alarmada, fue a pedir ayuda. Junto con dos
pintores que estaban trabajando cerca, consiguió entrar. El rincón donde
se encontraba la silla donde habían dejado la tarde anterior a Mary
Reeser se encontraba seriamente quemado. Los más de 75kg de peso de la
señora Reeser se habían reducido a cenizas, y sólo su pie izquierdo era
identificable. También se encontraron su hígado, algunas vértebras y su
cráneo, reducido al tamaño de una pelota de béisbol. Todo el apartamento
mostraba daños por calor por encima de los 1,2m de altura. Las paredes
estaban cubiertas con un hollín grasiento, un espejo se había roto y
varios objetos de plástico se habían fundido. Por debajo de esa altura,
la única evidencia de fuego era una pequeña zona circular quemada donde
había estado Mary Reeser. Un reloj de pared también fue afectado por el
calor y se paró a las 4:20 de la madrugada.
El hijo de la señora Reeser declaró que, cuando dejó a su madre, se
encontraba fumando un cigarrillo y se había tomado dos cápsulas de
Seconal (un barbitúrico).
El informe de la policía concluyó que Mary Reeser se había quedado
dormida con un cigarro encendido, que éste prendió su bata y el cuerpo
se consumió por la combustión de sus tejido grasos.
John Irving Bentley
El Dr. John Bentley era un cirujano retirado de 92 años. El 4 de
diciembre de 1966 unos amigos estuvieron de visita en su casa y se
fueron alrededor de las 9 de la noche. A la mañana siguiente, Gosnell,
un empleado de la compañía eléctrica fue a revisar el contador del Dr.
Bentley. Dado que Bentely tenía problemas de movilidad y sólo podía
andar con su andador, Gosnell tenía permiso de éste para entrar en el
sótano siempre que fuera necesario. Cuando bajó al sótano, Gosnell notó
un extraño olor y un hollín azulado, por lo que subió al piso a
investigar. El dormitorio estaba lleno de humo, y en el cuarto de baño
encontró los restos de John Bentley. Lo único que quedaba de él era un
montón de cenizas y su pie derecho. Cerca de los restos estaba su
andador, con los mangos de plástico todavía intactos. Al parecer, el Dr.
Bentley era un fumador empedernido y bastante descuidado de pipa. En su
armario se encontró ropa con quemaduras de tabaco.
Explicaciones científicas
Uno de los principales argumentos utilizados por los defensores de
una causa paranormal de la combustión humana espontánea es que el cuerpo humano
está compuesto principalmente por agua, por lo que no arde muy bien.
Sin embargo, en muchos casos de combustión espontánea, los cuerpos de
las víctimas fueron reducidos a cenizas. Para llegar el cuerpo a tal
estado se necesitan temperaturas de más de 1.700°C. Incluso en los modernos crematorios, que trabajan con temperaturas de 870-980 °C, los huesos no se consumen completamente y tienen que ser molidos.
El mayor problema que aparece al estudiar las alegaciones de
combustión espontánea es la falta de datos. En la mayoría de los casos
no se cuenta con datos forenses o investigaciones detalladas y, en
muchos casos se carece de información tan básica como el nombre de la
víctima o la fecha del suceso. En los casos en los que se cuenta con
descripciones detalladas y fiables aparecen una serie de elementos
comunes:
- El fuego suele estar localizado en el cuerpo de la víctima. Los muebles y electrodomésticos cercanos a la víctima suelen quedar intactos. Los alrededores de la víctima sufren poco o ningún daño.
- La zona alrededor de la víctima y, a veces el resto de la habitación, se encuentra cubierta de un hollín grasiento.
- El cuerpo de la víctima suele quedar mucho más quemado que en un incendio convencional. Las quemaduras, sin embargo, no se distribuyen uniformemente por todo el cuerpo. El torso suele quedar muy gravemente dañado, a veces reducido a cenizas, pero las extremidades de las víctimas a veces quedan intactas o poco dañadas.
- Todos los casos ocurren en el interior de edificios.
- Casi siempre las víctimas tienen algún problema de movilidad (invalidez, sobrepeso...) o se encuentran incapacitadas (consumo de alcohol, barbitúricos...).
- En todos los escenarios hay alguna posible fuente externa de ignición.
- Nunca hay testigos oculares del momento del suceso.
- Las víctimas son encontradas un largo tiempo después de ser vistas con vida por última vez (típicamente más de 6 horas).
- Las víctimas, en los casos citados, tienden a ser adultos mayores.
Las explicaciones racionales de estos sucesos se engloban en dos categorías básicas: crímenes y efecto mecha.
Crímenes
No es extraño que un criminal intente quemar a su víctima con la
intención de encubrir el asesinato. Así, por ejemplo, en el caso de
Nicolle Millet, su marido fue detenido y condenado en primera instancia.
Al parecer, la policía sospechó inmediatemente de él al saber que
mantenía una relación amorosa con una criada. Además, parte del cuerpo
se encontró en la cocina, donde parte del suelo también había sido
quemado.
El caso de la condesa von Görlitz también se engloba en esta
categoría. En 1847, el conde Gorlitz llegó a casa (vivía en la región de
Darmstadt)
y no pudo encontrar a su esposa. Cuando se forzó la puerta de su
habitación privada se halló su cuerpo parcialmente incinerado. La
habitación había sufrido daños por el fuego y estaba desordenada, con
una puerta y las ventanas rotas. También se halló que el escritorio se
había quemado y su espejo se había roto. Las velas de la habitación
también se habían fundido. Surgió la cuestión de si esta muerte (en una
habitación aparentemente cerrada) había sido provocada por la combustión
espontánea.
Tres años después un hombre llamado Stauff, antiguo sirviente de la
condesa, fue acusado de su asesinato. Fue arrestado, juzgado y
condenado. Stauff confesó que había ido a la habitación de la condesa y
que al ver joyas y dinero allí sintió tentaciones. La condesa regresó
inesperadamente y le sorprendió con las manos en la masa. En la
subsiguiente pelea, Stauff la estranguló. Para encubrir su crimen,
amontonó objetos combustibles sobre el escritorio y les prendió fuego.
Su intención fue destruir toda la habitación.
El efecto mecha
A pesar del nombre de “espontánea”, lo cierto es que nunca ha habido
testigos presenciales del momento de la ignición y en todos los casos
con suficiente información transcurrieron varias horas desde que la
víctima fue vista por última vez y el descubrimiento del cadáver. El
efecto mecha fue propuesto por D. J. Gee en 1965 como explicación de la
muerte de una mujer.
El efecto mecha (o efecto vela) se produce cuando la ropa de la
víctima se prende con alguna fuente de ingnición externa. Si se dan las
condiciones adecuadas, este primer fuego quema la piel y empieza a
derretir la grasa corporal. Esta grasa es absorbida por la ropa, que
actúa como la mecha de una vela, alimentando el fuego de forma constante
durante horas. La grasa humana arde a 215 °C aunque, si está embebida
en una mecha puede arder a una temperatura menor.Aunque esta temperatura es mucho menor que la utilizada en hornos
crematorios, en estos la temperatura está optimizada para incinerar un
cuerpo en poco tiempo, y temperaturas menores pueden conseguir el mismo
efecto si actúan durante bastante tiempo.
J. D. De Haan del Instituto Criminalista de California, un experto
forense en incendios y autoridad sobre el efecto mecha, ha estudiado,
explicado y reproducido el efecto con éxito y divulgado sus experimentos
en documentales para la BBC y National Geographic Channel.
En el experimento de De Haan, un cerdo fue envuelto en una manta y situado en una habitación simulada. Se vertió una pequeña cantidad de gasolina
sobre la manta para iniciar el fuego. Tras prender la gasolina, los
investigadores dejaron arder la manta por sí misma. La temperatura del
fuego fue medida regularmente y era de sólo unos 800 °C. A medida que el
fuego quemaba la piel del cerdo, su grasa subcutánea se derretía, fluyendo hasta la manta. La médula ósea,
que contiene gran cantidad de grasa, también contribuyó al fuego. El
mobiliario de alrededor no sufrió daños, aunque se fundió la carcasa de plástico
de un televisor situado sobre un aparador. El fuego hubo de ser apagado
manualmente después de siete horas, cuando la mayor parte del cuerpo
del cerdo había sido reducida a cenizas.
Con este experimento, los investigadores de la BBC explicaron las siguientes características de la combustión espontánea:
- El fuego está altamente localizado: las llamas tenían menos de 50 centímetros de alto, por lo que el fuego normalmente no se propaga a los muebles cercanos.
- El cuerpo resulta severamente quemado: el fuego, relativamente no muy caliente, puede arder durante un largo periodo de tiempo, como ocurrió , al ser alimentado por la propia grasa corporal de la víctima, lo que explica por qué el cuerpo puede arder durante tanto tiempo.
- Los electrodomésticos situados sobre aparadores o similares no se incendian: el fuego calentó continuamente el aire y produjo una corriente de convección, pero los objetos circundantes no se quemaron, fueron solamente afectados como en los escenarios conocidos: derretimientos de plásticos, etc.
Explicaciones paranormales
Existen multitud de explicaciones de diversa índole que son
rechazadas por la ciencia, bien por recurrir a elementos mágicos o por
estar en contradicción con los conocimientos actuales. Estas engloban
desde la intervención divina, ampliamente difundida en los siglos XVIII y
XIX, el aumento de combustibilidad por consumo de alcohol, partículas exóticas, energías místicas, intervenciones de espíritus, etc.
Fuego por descarga estática
Esta teoría afirma que bajo ciertas circunstancias la electricidad estática sube hasta niveles tan peligrosos en el cuerpo humano que una descarga en forma de chispa puede prender las ropas.
El límite inferior para que una descarga eléctrica pueda ser percibida por un ser humano es de 3000 voltios.
Los fenómenos de descarga de electricidad estática son a veces la causa
de averías en componentes electrónicos, cuando estos son manipulados
por un operario con carga electrostática. Caminar por una alfombra puede crear una diferencia de potencial de 1.500 a 35.000V.
Las descargas de electricidad estática pueden prender los gases de hidrocarburos en las gasolineras,
y son una de las posibles causas de explosiones en las mismas que
popular pero erróneamente se creen causadas por las radiaciones de los teléfonos móviles. El 70% de estos sucesos ocurren en un clima frío y seco, que favorece la carga de electricidad estática.
El fenómeno de enormes cargas estáticas en cuerpos humanos fue advertido por primera vez por el profesor Robin Beach del Instituto Politécnico de Brooklyn.
El profesor Beach creía que alguna persona podía llegar a acumular la
suficiente carga estática como para prender materiales inflamables al
contacto con su cuerpo. Aunque propuso esto como una posible causa para
los casos de combustión espontánea, Beach no creía que hubiera una
relación con la presunta combustión espontánea genuina, puesto que
ninguna forma conocida de descarga electrostática podría hacer que los
tejidos de cuerpo humano ardiesen. Sí creía que una descarga estática lo
suficientemente fuerte podía provocar la ignición de polvo o pelusa en la ropa.
John E. Heymer da en su libro The Entrancing Flame
dos ejemplos de supervivientes de descargas estáticas potencialmente
fatales, ambos con testimonios oculares. Los testimonios aparecen como
declaraciones escritas y firmadas, omitiendo algunos detalles para
preservar la intimidad de los testigos. Dichos casos son:
- Debbie Clark, quien en septiembre de 1985 observó que ráfagas de luz azul emanaban ocasionalmente de su cuerpo.
- Susan Motteshead, quien en el invierno de 1980 sufrió un incendio espontáneo de sus ropas, según el testimonio de su hija.
John E. Heymer y su libro The Entrancing Flame
Descrito por Joe Nickell como un «minero inglés convertido en guardia», John E. Heymer escribió en 1996 un libro titulado The Entrancing Flame (en inglés «La llama fascinante» o «La llama encantadora», que en realidad es un juego de palabras).
El libro se titula así por la conclusión deductiva a la que el autor
ha llegado tras examinar varios casos: que las víctimas de combustión
espontánea son personas solitarias que caen en trance inmediatamente
antes de la incineración
Heymer sugiere que en estas personas con desequilibrios emocionales,
un proceso psicosomático puede disparar una reacción en cadena liberando
hidrógeno y oxígeno dentro del cuerpo, detonando una reacción en cadena
de explosiones mitocondriales. Las teorías de Heymer han encontrado muy
poco apoyo. A su vez, han llevado a confusión: Ian Simmons, en una crítica del libro The Entrancing Flame,
criticó a Heymer de la siguiente manera: «Parece estar bajo la ilusión
de que el hidrógeno y el oxígeno existen como gases en la mitocondria
celular y por lo tanto vulnerables a la ignición, que de hecho, no es el
caso.»
Larry Arnold y el pyroton
Larry Arnold
es un investigador privado, que ha dedicado una gran parte de su tiempo
a la controversia de la combustión espontánea. Es el director de una
organización llamada "Parascience International".
En su libro de 1995 sobre la combustión espontánea titulado Ablaze! (¡En llamas!) especula con la existencia de una partícula subatómica aún desconocida a la que se refiere como pyroton, que sería emitida en los rayos cósmicos. Normalmente esta partícula pasaría a través del cuerpo sin interactuar con él, como un neutrino, pero ocasionalmente, al colisionar con un núcleo celular podría desatar una reacción en cadena que destruye el cuerpo por completo.
Las reacciones frente a su teoría son casi unánimemente negativas.
En 1996, en un artículo de Fortean Times, Ian Simmons
dijo: «No hay, sin embargo, ninguna evidencia para tal partícula e
inventarla simplemente para explicar la combustión espontánea no es buen
candidato para explicar el fenómeno.»
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